La granja Crisol, un cambio para la tierra, un cambio para el alma. 

Hace un tiempo ya que les quería contar cual fue el camino de Marcela y Juan Carlos en su granja biodinámica chilena. En 2001, ellos llegaron de Quillota a vivir a la Granja Crisol ubicada en «La Cruz» (a 30 minutos de Limache); una granja familiar con 9 hectáreas de cultivo de paltos.

En este momento trabajaban cómo agrónomos convencionales. Pero a medida que iba pasando el tiempo, se iban dando cuenta – de una forma cada vez más evidente – que trabajar con agroquímicos no era la respuesta que ellos estaban buscando para una mejor agricultura.

¿Cuál fue el detonante? Una búsqueda incansable de una agricultura más sana y el contacto con la educación Waldorf. Al llegar a vivir al campo, inscribieron a sus hijos en el colegio Waldorf de Limache. Rápidamente Marcela fue parte del manejo de la huerta del mismo colegio – a través de una agricultura biodinámica – la cual se utilizaba para la producción de alimentos, clases para los alumnos y talleres para padres.

Lo que Marcela iba descubriendo (trabajar con el calendario astronómico y con preparados biodinámicos), Juan Carlos lo iba probando sobre los paltos. Por ejemplo él contaba que según el movimiento de la luna, los árboles iban absorbiendo en mayor o menor cantidad el agua.

Es así que, dentro de 5 años lograron transformar su cultivo convencional en un cultivo orgánico y luego biodinámico. Transformaron una granja de monocultivo convencional de paltos en una granja más autosuficiente que produce palta pero también verduras, frutas (alimentan más o menos 18 familias cada semana según la temporada) preparan el compost con el guano de sus propios animales (vacas, ovejas, gallinas) y desechos de poda y de la huerta. Además de los preparados biodinámicos para los cuales utilizan mucha materia prima de su campo.

Pero el cambio fue mucho más profundo. No fue solamente un cambio de técnica para cultivar; para Marcela y Juan Carlos el cambio fue también un cambio interior. 

Hoy día cuando uno visita la granja Crisol, llega en un lugar florecido, muy bien cuidado, donde cultivan con abundancia productos de súper buena calidad, se alimentan de sus propios productos y donde la gente se ve feliz de trabajar.

En realidad este resultado fue y todavía es el fruto de muchos esfuerzos y sacrificios. Pasaron por épocas difíciles por la inversión económica que implica trabajar de tal manera. Fue difícil también porque existe muy poca información sobre estas técnicas de cultivo alternativas, respetando la tierra y la salud humana; difícil porque los cultivos son organismos vivos, donde los cambios son resultados de procesos más largos y hay soluciones que van más allá de la granja, por ejemplo, contra las sequias grandes.

Por lo tanto el día que pasé con Marcela y Juan Carlos en la granja Crisol me llenó de felicidad.

¿Por qué? Porque pasé el día en un lugar espectacular, dónde se respecta la vida, se transmite conocimiento, dónde se comparte, dónde uno se alimenta bien. Ahora se que esta felicidad es el fruto del trabajo que esta pareja hace en común y con los trabajadores excelentes que tienen a su lado.

Tengo la esperanza que se vaya duplicando este modelo de vida y personalemente voy a tratar de seguir el mismo camino.

¡Marcela y Juan Carlos, gracias!

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